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Las termorresistencias son sensores que tienen la particularidad de variar su resistencia eléctrica de modo proporcional con la temperatura del medio en que se hallan colocadas. Si bien la ley de variación de la resistencia de acuerdo con la temperatura puede ser aplicada a cualquier conductor eléctrico, por su magnitud y proporcionalidad los metales por elección para la construcción de sensores son el níquel y el platino.
Las termorresistencias se emplean preferentemente en mediciones en que se requieran una alta velocidad de respuesta, junto con la mayor precisión posible. Su rango de uso se ubica entre los -250 °C y +850 °C. Su calibración habitual es de 100 ohms a 0 °C y su variación de acuerdo con Normas DIN puede consultarse en la tabla que se adjunta al dorso. Bajo pedido podemos proveer termorresistencias con una calibración distinta de la ya citada.
Si bien en algunos casos pueden elaborarse arrollamientos artesanales sobre mica, vidrio, etc., para usos especiales, las modernas termorresistencias se hallan normalizadas, lo que asegura su libre intercambiabilidad. Su construcción se basa en el bobinado del metal elegido sobre un cuerpo de alúmina o vidrio y recubrimiento del mismo material (o electrodepositadas planas). Este sistema elimina las tensiones producidas por los procesos de contracción y dilatación, y, por ende, la modificación de la resistencia eléctrica por estiramiento.
Los sensores deben ser siempre protegidos con vainas adecuadas. Las hay de muy diversos tipos según el medio en que vayan a ser aplicadas, los requisitos físicos, químicos, y la velocidad de respuesta requerida, así como las necesidades de montaje.